Aficionados y Gobierno corporativo del fútbol español
Cada vez más voces reclaman una mayor participación de los aficionados en la gobernanza del fútbol. O al menos en las grandes ligas donde los equipos son sociedades anónimas. Hay que recordar que el 42% de equipos en Europa se organizan como clubes y por tanto sus dirigentes son elegidos por los aficionados. Paradójicamente este movimiento nación en Inglaterra, donde los equipos nunca han sido clubes sino que siempre fueron sociedades mercantiles. Históricamente los propietarios de los equipos eran las “fuerzas vivas” de la localidad que invertían en el fútbol como una forma de compromiso con la sociedad, una formula antigua de responsabilidad social (ver post Arsenal, los gentleman abandonan la Premier). La reglamentación victoriana fijaba la obligación de las sociedades de fútbol de alcanzar simultáneamente glory, los éxitos deportivos, y profit, beneficios económicos.
Pero llegó la década de los ochenta del siglo pasado y el capitalismo popular democratizó la bolsa que ya no estaba reservada a un puñado de magnates. Miles de británicos de clase media pasaron a ser propietarios de British Airways o de la petrolera BP, ¿por qué no iban a serlo también de su equipo de fútbol?
Los equipos pasaron a cotizar en bolsa y a tener su capital fraccionado entre multitud de pequeños accionistas. Pero el incremento del negocio de la Premier y su excelente gestión atrajo la atención de inversores en búsqueda de altos beneficios que no tenían ninguna ligazón con los equipos. Se rompía así el binomio glory y profit, a pesar de que se había demostrado que era compatible (ver post La rentabilidad del fútbol español).
La toma de control del Manchester United por parte del inversor norteamericano Glazer significó el punto de inflexión (ver post Asalto al Manchester United). El problema no era solo que el equipo pasar a ser propiedad de un extranjero sin relación alguna con el equipo sino que en la búsqueda de una mayor rentabilidad, endeudó al equipo hasta hacer peligrar su viabilidad (ver post Manchester United y Chelsea: dos formas distintas de perder un montón de dinero). Un efecto que se repitió en otros equipos como en el Liverpool (ver post Liverpool cambia de manos pero todo sigue igual) y que ha poblado la liga inglesa de inversores extranjeros (ver Los dueños de la Premier).
Como respuesta a esta tendencia surgió el movimiento por la propiedad popular de los equipos de fútbol que tuvo sus primeros ejemplos en los casos de AFC Wimbledon (ver post AFC Liverpool y AFC Wimbledon: otra solución a la encrucijada) pero que cobró mayor protagonismo con la creación del FC United (ver post La asistencia a los nuevos equipos ingleses), un equipo formado por aficionados del Manchester United que quería ser dueños de su equipo.
En España sí tenemos experiencia en clubes de fútbol propiedad de aficionados y fue desastrosa. En la década de los ochenta, con una situación de endeudamiento nacional mucho menor que la actual, los equipos necesitaron 172 millones de euros en dinero público para acabar con su estratosférico endeudamiento. Como en la actual crisis de las cajas de ahorro, la administración realizó el rescate con la condición de cambiar la fórmula jurídica de los equipos. ¿Cómo lograr que esa crisis no se volviera a repetir? Los legisladores de los noventa creyeron encontrar la solución perfecta. Hagamos que los equipos tengan dueños que se preocuparán de realizar una gestión responsable para no perder su dinero. No como los aficionados que al no arriesgar su dinero habían elegido a dirigentes populistas que arruinaron a los equipos. Pero no ocurrió así.
Tras dos décadas de funcionamiento de las Sociedades Anónimas deportivas, la situación es catastrófica siendo la segunda liga más endeudada (ver post La receta de la Bundesliga: más aficionados, menos deudas y más beneficios) y acumulando elevadas pérdidas (ver post ¿Cómo de mal está el fútbol español?). ¿Por qué no se han cumplido las expectativas de los legisladores? ¿Por qué los accionistas no han vigilado a los gestores para no perder su inversión?
La respuesta es que un sistema adecuado de gobernanza no es simplemente convertir a los equipos en clubes ni tampoco en SAD. Uno de los temas más estudiados en la investigación académica sobre gestión empresarial se refiere al gobierno corporativo que se define como controles externos e internos que armonicen el conflicto de intereses entre accionistas y directivos. Y eso es lo que ha fallado en el fútbol español donde no todos los accionistas han perdido el dinero invertido. Mientras los dirigentes se han enriquecido con oscuras gestiones (ver post La herencia de Jesús Gil y Betis, cuando el accionista mayoritario es el problema), los miles de aficionados (ver post El número de accionistas de las Sociedades Anónimas Deportivas) han visto como sus acciones han pasado a valor a cero y que no han tenido ni voz ni voto en la toma de decisiones de su equipo en contra de lo anunciado cuando se quería que compraran acciones (como el anuncio del Sporting que encabeza el post). Pero eso es algo que antes había ocurrido en las empresas convencionales donde directivos o grandes accionistas podían enriquecerse a costa de los pequeños accionistas pero las medidas de gobierno corporativo han ayudado a limitar esas prácticas.
Algunas medidas de gobierno corporativo consistirían en establecer mecanismos externos o legales de control. Los pequeños inversores de otras empresas están protegidos por la CNMV, organismo que vela por que se les proporcione la información necesaria y fiel. Curiosamente los inversores en el grupo Nueva Rumasa sí fueron advertidos (ver post ¿Quién protege al accionista del fútbol?) mientras los de la Valencia CF no (ver post ¿Cuánto valen las acciones del Valencia CF?). Por ejemplo, nos hemos enterado de los fichajes a través de fondos de inversión gracias a que los equipos portugueses (ver post Las sociedades mixtas del fùtbol portuguès) están obligados a hacer pública esa información al cotizar en bolsa.
Pero llegó la década de los ochenta del siglo pasado y el capitalismo popular democratizó la bolsa que ya no estaba reservada a un puñado de magnates. Miles de británicos de clase media pasaron a ser propietarios de British Airways o de la petrolera BP, ¿por qué no iban a serlo también de su equipo de fútbol?
Los equipos pasaron a cotizar en bolsa y a tener su capital fraccionado entre multitud de pequeños accionistas. Pero el incremento del negocio de la Premier y su excelente gestión atrajo la atención de inversores en búsqueda de altos beneficios que no tenían ninguna ligazón con los equipos. Se rompía así el binomio glory y profit, a pesar de que se había demostrado que era compatible (ver post La rentabilidad del fútbol español).
La toma de control del Manchester United por parte del inversor norteamericano Glazer significó el punto de inflexión (ver post Asalto al Manchester United). El problema no era solo que el equipo pasar a ser propiedad de un extranjero sin relación alguna con el equipo sino que en la búsqueda de una mayor rentabilidad, endeudó al equipo hasta hacer peligrar su viabilidad (ver post Manchester United y Chelsea: dos formas distintas de perder un montón de dinero). Un efecto que se repitió en otros equipos como en el Liverpool (ver post Liverpool cambia de manos pero todo sigue igual) y que ha poblado la liga inglesa de inversores extranjeros (ver Los dueños de la Premier).
Como respuesta a esta tendencia surgió el movimiento por la propiedad popular de los equipos de fútbol que tuvo sus primeros ejemplos en los casos de AFC Wimbledon (ver post AFC Liverpool y AFC Wimbledon: otra solución a la encrucijada) pero que cobró mayor protagonismo con la creación del FC United (ver post La asistencia a los nuevos equipos ingleses), un equipo formado por aficionados del Manchester United que quería ser dueños de su equipo.
En España sí tenemos experiencia en clubes de fútbol propiedad de aficionados y fue desastrosa. En la década de los ochenta, con una situación de endeudamiento nacional mucho menor que la actual, los equipos necesitaron 172 millones de euros en dinero público para acabar con su estratosférico endeudamiento. Como en la actual crisis de las cajas de ahorro, la administración realizó el rescate con la condición de cambiar la fórmula jurídica de los equipos. ¿Cómo lograr que esa crisis no se volviera a repetir? Los legisladores de los noventa creyeron encontrar la solución perfecta. Hagamos que los equipos tengan dueños que se preocuparán de realizar una gestión responsable para no perder su dinero. No como los aficionados que al no arriesgar su dinero habían elegido a dirigentes populistas que arruinaron a los equipos. Pero no ocurrió así.
Tras dos décadas de funcionamiento de las Sociedades Anónimas deportivas, la situación es catastrófica siendo la segunda liga más endeudada (ver post La receta de la Bundesliga: más aficionados, menos deudas y más beneficios) y acumulando elevadas pérdidas (ver post ¿Cómo de mal está el fútbol español?). ¿Por qué no se han cumplido las expectativas de los legisladores? ¿Por qué los accionistas no han vigilado a los gestores para no perder su inversión?
La respuesta es que un sistema adecuado de gobernanza no es simplemente convertir a los equipos en clubes ni tampoco en SAD. Uno de los temas más estudiados en la investigación académica sobre gestión empresarial se refiere al gobierno corporativo que se define como controles externos e internos que armonicen el conflicto de intereses entre accionistas y directivos. Y eso es lo que ha fallado en el fútbol español donde no todos los accionistas han perdido el dinero invertido. Mientras los dirigentes se han enriquecido con oscuras gestiones (ver post La herencia de Jesús Gil y Betis, cuando el accionista mayoritario es el problema), los miles de aficionados (ver post El número de accionistas de las Sociedades Anónimas Deportivas) han visto como sus acciones han pasado a valor a cero y que no han tenido ni voz ni voto en la toma de decisiones de su equipo en contra de lo anunciado cuando se quería que compraran acciones (como el anuncio del Sporting que encabeza el post). Pero eso es algo que antes había ocurrido en las empresas convencionales donde directivos o grandes accionistas podían enriquecerse a costa de los pequeños accionistas pero las medidas de gobierno corporativo han ayudado a limitar esas prácticas.
Algunas medidas de gobierno corporativo consistirían en establecer mecanismos externos o legales de control. Los pequeños inversores de otras empresas están protegidos por la CNMV, organismo que vela por que se les proporcione la información necesaria y fiel. Curiosamente los inversores en el grupo Nueva Rumasa sí fueron advertidos (ver post ¿Quién protege al accionista del fútbol?) mientras los de la Valencia CF no (ver post ¿Cuánto valen las acciones del Valencia CF?). Por ejemplo, nos hemos enterado de los fichajes a través de fondos de inversión gracias a que los equipos portugueses (ver post Las sociedades mixtas del fùtbol portuguès) están obligados a hacer pública esa información al cotizar en bolsa.
Otras medidas deberían ir dirigidas a aumentar el control interno. En el resto de empresas es habitual la existencia de normas o blindajes que protegen los intereses de pequeños accionistas como limitaciones de voto o quórum necesarios. Algo que no se produce en los equipos españoles pero sí en los alemanes (ver post Borussia Dortmund, ganar ligas y repartir dividendos). Alemania, un país donde cada vez más equipos dejan de ser clubes pero no por pasar a ser sociedades mercantiles expropian el fútbol a sus aficionados y desprotegen a los pequeños inversores (ver post Los dueños de la Bundesliga)
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